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Ni Jeff Bezos ni Elon Musk: la persona más rica del mundo ha sido y será siempre Mansa Musa

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Ni Jeff Bezos ni Elon Musk: la persona más rica del mundo ha sido y será siempre Mansa Musa

Muchos pensarán probablemente que Elon Musk sigue siendo el hombre más rico del mundo. De acuerdo, lo fue una vez, pero nunca ha sido la persona más rica que jamás haya vivido. Y de hecho, tampoco lo es ahora. Según el Índice de multimillonarios de Forbes de 2021, Jeff Bezos, fundador y director ejecutivo de Amazon, asumió el trono como el hombre más rico, tras haber cruzado la marca de los 157.000 millones de euros y sustituyendo a Elon Musk, CEO de Tesla y cuyo patrimonio neto más alto de todos los tiempos se valoró en poco más de 125.000 millones de euros.

Sin embargo, a lo largo de la historia, ha habido hombres más ricos. Teniendo en cuenta la inflación y el valor de la riqueza, Jeff Bezos en realidad se encuentra muy por debajo en la lista, con gente como Genghis Khan y John D. Rockefeller por delante. Pero, ¿quién es realmente la persona más rica que jamás haya vivido?

Es Mansa Musa.

Con un valor estimado de 400.000 millones (más del doble de Bezos), Mansa Musa I de Malí es la persona más rica que jamás haya vivido en el mundo, por delante de César Augusto, de quien se ha escrito que acumuló más de 300.000 millones o de Zhao Xu, un emperador chino cuya riqueza es prácticamente incalculable.

Nacido en 1280, Mansa Musa se convirtió en gobernante del Imperio de Malí en 1312, tomando el trono después de que su predecesor, Abu-Bakr II, para quien había servido como diputado, desapareciera en un viaje que realizó por mar para encontrar el borde del Océano Atlántico. Su reino se extendía por aproximadamente 3.200 kilómetros, desde el Océano Atlántico hasta el actual Níger, abarcando partes de lo que ahora son Senegal, Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger, Gambia, Guinea-Bissau, Guinea y Costa de Marfil.

Mansa Musa.
Retrato de Mansa Musa, por Abraham Cresques de Mallorca.

El gobierno de Musa llegó en un momento en que las naciones europeas estaban luchando debido a las guerras civiles y la falta de recursos. Durante ese período, el Imperio de Malí floreció gracias a amplios recursos naturales como el oro y la sal. De hecho, controlaba más de la mitad de la oferta mundial en ese momento. En total, su imperio representó casi la mitad del oro del Viejo Mundo, según indican algunos estudiosos del Museo Británico. Y todo le pertenecía al rey. Pero claro, a medida que el territorio crecía mientras Musa estaba en el trono, también lo hacía la posición económica de sus ciudadanos.

Sus títulos, sorprendentemente ajenos a sus montones de dinero en efectivo, incluyen, entre otros: "Emir de Melle", "Señor de las minas de Wangara" y "Conquistador de Ghanata". Según el libro Los imperios del África occidental medieval: Ghana, Mali y Songhay, de David C. Conrad, durante su gobierno Musa conquistó 24 ciudades y sus distritos circundantes.

Cuando el mundo se maravilló por su riqueza

Y el mundo no lo sabía. No fue hasta 1324 que la gente fuera de la frontera de Malí pudo vislumbrar la riqueza sin parangón del rey. Musa, un musulmán devoto, emprendió un viaje a La Meca para su peregrinación. Pero el rey no viajó solo. La escritora e historiadora Jessica Smith explicaba: "No es de los que viajan con un presupuesto limitado, trajo una caravana que se extendía hasta donde alcanzaba la vista". Se rumoreaba que le acompañaba una caravana de 60.000 personas, incluyendo 1.000 ayudantes, 100 camellos cargados de oro, un sinfín de músicos y 500 o más esclavos con bastones de oro.

Era una ciudad que se movía por el desierto.

Una ciudad, en realidad, cuyos habitantes estaban vestidos con los mejores adornos y la mejor seda persa. Por supuesto, este espectáculo fue presenciado por los residentes de los territorios por los que pasó Musa. Pero esa sensación se volvió aún más opulenta una vez que la caravana llegó a El Cairo, donde realmente pudieron presumir de su riqueza.

Mansa Musa
Mansa Musa en su camino hasta La Meca, por Leo & Diane Dillon.

Al llegar a El Cairo, según los textos del antiguo historiador Shihab al-Umari, Musa fue recibido por un subordinado de al-Nasir, quien lo invitó a reunirse con su compañero monarca. Musa declinó la propuesta, alegando que solo estaba de paso en su peregrinaje a La Meca. La razón de este rechazo pronto se hizo evidente para todos. Para recibir al monarca debía besar el suelo y la mano del sultán. La reunión se volvió polémica hasta que Musa aceptó. Tras una conversación entre los dos hombres, al-Nasir ofreció alojamiento a Musa y a todos los que lo acompañaban, y Musa, a su vez, dejó una parte de su incomprensible riqueza en Egipto.

Desde los mercados de El Cairo hasta las oficinas reales y las personas empobrecidas que se cruzaron en su camino en Egipto, la generosidad de Musa y la compra de productos extranjeros dejaron las calles llenas de oro. La gente estaba encantada, al menos al principio.

Tan generosamente repartió oro en El Cairo que su estadía de tres meses hizo que el precio del oro cayera en picado en la región durante 10 años, arruinando la economía. La empresa de tecnología estadounidense SmartAsset.com estima que debido a la depreciación del oro, la peregrinación de Mansa Musa provocó alrededor de 1.000 millones de euros de pérdidas económicas en todo el Medio Oriente.

Un legado de ciudades reconstruidas

Pero el viaje del rey no se trataba solo de dar. En su viaje, adquirió el territorio de Gao dentro del reino Songhai, extendiendo su territorio hasta el borde sur del desierto del Sahara a lo largo del río Níger. Gao sería de especial importancia para el rey.

Este territorio, en la actual Malí, es donde Musa construiría una de sus famosas mezquitas como la de Djinguereber, un lugar hecho con adobe y madera que ha resistido la prueba del tiempo, permaneciendo activo durante más de 500 años. Según los informes, el rey le pagó al diseñador 200 kilos en oro, que en el dinero de hoy serían 8 millones euros. De Tombuctú hizo una ciudad llena de escuelas, universidades, bibliotecas y mezquitas.

Pintura de Tombuctú, por Henrich Barth.
Pintura de Tombuctú, por Henrich Barth.

Muriendo en 1337, Musa dejó su enorme cantidad de dinero a sus herederos, quienes no solo desperdiciaron la mejor parte, sino que tampoco lograron proteger a la familia ni al imperio cuando dos generaciones después, fue derrocado en una guerra civil y conquistado por invasores extranjeros.

Además de su herencia, se estima que los activos de Musa valen una cantidad inconcebible, y aunque los historiadores y economistas han redondeado dicho valor a alrededor de 400.000 millones, según la revista Time: "Realmente no hay forma de poner un número exacto de su riqueza". Desde la abundancia de recursos naturales que cultivó hasta el crecimiento y desarrollo de las comunidades que dejó atrás, el legado de Musa es imposible de cuantificar.

La inmensidad de la tierra y las posesiones materiales de Musa, explicó el profesor de historia de la Universidad de Michigan Rudolph Ware en aquel reportaje, parece francamente incomprensible hoy: "Imagina tanto oro como crees que un ser humano podría poseer y duplícalo. Este es el tipo más rico que nadie haya visto nunca".

Imágenes: Wikimedia Commons


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